El Vaticano ultima los preparativos para el conclave que iniciará el 7 de mayo de 2025 en la Capilla Sixtina, donde 133 cardenales electores se reunirán para elegir al sucesor de Papa Francisco, fallecido el 21 de abril a los 88 años. La fecha fue confirmada el 28 de abril durante la quinta congregación general, y hoy, 6 de mayo, se realizó la duodécima y última reunión preparatoria, que incluyó la destrucción del anillo del pescador y el sello de plomo de Francisco, marcando el fin oficial de su pontificado
El proceso, regido por la constitución Universi Dominici Gregis de Juan Pablo II, exige una mayoría de dos tercios más un voto para elegir al nuevo Papa. La Capilla Sixtina, cerrada al público, está lista con mesas y sillas dispuestas, y el sistema de humo blanco o negro ya instalado en la chimenea. Los cardenales, alojados en la Domus Sanctae Marthae, estarán incomunicados hasta que se elija al nuevo pontífice, con medidas como bloqueadores de señales para garantizar el secreto.
De los 135 cardenales electores elegibles, dos no asistirán por motivos de salud, dejando 133 votantes de 71 países, con un 80% designados por Francisco, lo que refleja su visión de una Iglesia más global. Europa aporta 53 electores, seguida por América (37), Asia (23), África (18) y Oceanía (4). No hay un favorito claro, aunque nombres como Pietro Parolin (Italia), Luis Antonio Tagle (Filipinas) y Matteo Zuppi (Italia) figuran entre los papabili.
El conclave comenzará mañana a las 16:30 con una procesión desde la Capilla Paulina, seguida del juramento de secreto y el canto del Veni Creator Spiritus. La primera votación tendrá lugar en la tarde, con hasta cuatro rondas diarias posteriores. Si no hay decisión tras tres días, se pausará un día para oración y reflexión.
La elección culminará con el anuncio ‘Habemus Papam’ desde el balcón de San Pedro, seguido de la bendición Urbi et Orbi del nuevo Papa. La duración es incierta: los cónclaves de 2005 y 2013 duraron dos días, pero la diversidad y polarización actual podrían extender el proceso, según algunos cardenales como Rainer Woelki, aunque otros, como Gregorio Rosa Chávez, estiman un máximo de tres días.