Graciela Cifuentes soñaba con reconstruir la casona que levantó en la juventud, y su hija, Gatziella Sol Cifuentes Pezuela, aspiraba terminar su carrera de arquitectura y viajar por el mundo. Ambas fueron asesinadas brutalmente y después quemadas en su hogar.
El feminicidio de las dos mujeres pasó desapercibido por más de 15 días y las autoridades no le brindaron la importancia hasta que la familia alzó la voz para exigir justicia.
“Desgraciadamente uno tiene que presionar en los medios para que funcione la maquinaria de justicia”, lamenta Benjamín Vargas, ex esposo de Graciela.
Un camino angosto lleva a un fraccionamiento, de no más de 40 casas, ubicado en lo alto del pueblo de Santa Rosa Xochiac, sobre la Calzada al Desierto de los Leones, al poniente de la Ciudad de México. Una caseta de vigilancia es el único acceso para entrar al residencial privado. A unos cien metros se encuentra la vivienda marcada con el número 63.
El cordón rojo policiaco en la entrada principal anticipa que es la casona donde vivían Graciela María de la Luz Cifuentes Gómez Pezuela y su hija, Gatziella Sol Cifuentes Pezuela. Ahí fueron asesinadas y quemadas la noche del 15 de marzo.
“Grace” y “Gatzy”, como eran llamadas de cariño por su familia y amigos, fueron estranguladas y heridas con un arma blanca dentro de la vivienda. Después quemaron tres diferentes puntos del inmueble, entre ellos la escena del crimen.
El vigilante de la caseta en turno alertó del incendio a las 23:30 horas. La estación de bomberos está a 20 minutos, pero debido al difícil acceso en la zona, las especialistas tardaron un poco en llegar, explicó un policía que resguardaba hoy la vivienda.
La familia de las víctimas fue notificada del incendio hasta el día siguiente.
“Primero nos dijeron que fue un incendio, pensamos que se había sido un accidente, pero cuando llegamos a la Delegación, unos 30 minutos después, nos dijeron que no fue un accidente sino un ataque. Las habían matado”, explica el también padrastro de la universitaria.
El cuerpo de Gatzy quedó completamente calcinado, por lo que hubo necesidad de una prueba de ADN para la identificación oficial. Fue el cadáver de Graciela el que evidenció el feminicidio, pues se apreciaban golpes, cortes, y estrangulamiento.
Una de las líneas de investigación que se planteó desde el principio fue la de robo. El vehículo Toyota modelo 2009, computadoras Mac, y equipo fotográfico fueron hurtados de la zona; sin embargo, la familia no cree en esa versión.
“No creemos que sea robo porque nadie hace esta barbarie para llevarse un coche, que es lo más caro que se llevaron, y no es un[o de marca] Maserati, es un Toyota. Si te quieres llevar a un coche, lo robas en la calle. No hacen esta barbaridad que hicieron , lastimarla y encima quemarlas”, sostiene Benjamín Vargas.