Nere González
Las calles de Santa Cruz Xoxocotlán, corazón de la tradición en Valles Centrales, palpitan con una energía distinta: una mezcla de nostalgia y fervor. El aire, denso y dulce, se impregna del aroma penetrante del cempasúchil recién cortado y del humo sagrado del incienso, anunciando que, un año más, las almas están a punto de cruzar el umbral.
Aquí, la celebración de Muertos es un acto de amor incondicional donde el costo económico se desvanece ante el valor del reencuentro. En los hogares de Xoxocotlán, la elaboración de los altares no es una tarea menor, sino un ritual que puede extenderse entre dos y cuatro días.
Para las familias más arraigadas, el monto invertido en este reencuentro efímero no es un obstáculo; algunos altares rebosan de tal majestuosidad y ofrendas que su costo puede superar los 15 mil pesos. Es la inversión de la fe, la promesa de la unión familiar que trasciende lo material.
La ruta por el municipio nos lleva a la casa de doña Teresita, ya un faro de la festividad. Su altar está listo, un banquete visual y aromático para sus difuntos: el dorado intenso del cempasúchil enmarca la mesa, donde se acumulan dulces tradicionales, pan de muerto y calabaza en tacha, símbolos de bienvenida.
Cada elemento ha sido dispuesto con devoción meticulosa, esperando a los visitantes que vienen de ultratumba. A unas cuadras, la casa de Yanet ofrece una visión de creatividad y arte: antes del altar mayor, un tapete de arena guía los pasos. No es solo decoración, sino una obra efímera con motivos originales que marcan el sendero de las ánimas, usando materiales orgánicos hacia la luz de las velas.
Como doña Teresita y Yanet, decenas de familias en Xoxocotlán dejan volar la imaginación. Ponen a un lado las preocupaciones económicas para honrar a sus seres queridos, creando obras efímeras que son el centro de la devoción. El gasto se transforma en honra y la tradición en motor de creatividad inagotable.
El fervor no se limita a los hogares: las calles también se visten de gala con tapetes alusivos y una exposición de dragones que añade un toque místico y festivo al entorno.
El punto culminante será la gran velada en el emblemático panteón municipal Mitlancíhuatl, donde la luz de miles de velas y el murmullo de las oraciones crearán una atmósfera única de comunión entre vivos y muertos.










