La prematura muerte de Iker, de apenas tres años de edad en las turbulentas aguas de un río de la costa oaxaqueña, habrá despertado en algunos corazones nobles y generosos un sentimiento de dolor por el dramático fin del niño, que como millones de infantes en el mundo, han sido víctimas de la furia desatada de la naturaleza, de las guerras, del genocidio, por las balas de los pueblos en disputa, de la delincuencia, de soldados y marinos, de incendios en guarderías, de la muerte en resquicios buscando abrigo, de fríos glaciales, de hambre, en las calles o basureros, en las antesalas de un hospital por falta de atención y medicamentos y a veces a manos de sus propios padres. No habrá para ellos una tumba, una oración, la luz de una veladora, ni una lágrima que alguien derrame por ellos. Muchos todavía guardan en su mente aquella imagen conmovedora de Alan Kurdi, el niño kurdo cuyo cadáver fue lanzado por el mar a las playas de Turquía y cuya foto le dio la vuelta al mundo, que quedó consternado por esa escena de quien con su familia huían en una frágil embarcación tratando de escapar de los estragos de la guerra en su país. En otros litorales, fueron lanzados los cadáveres de la madre de Alan, su hermano y 10 personas más. Hablar de los genocidios y atrocidades contra niños en la franja de Gaza o de la guerra de Rusia contra Ucrania son palabras mayores, parafraseando a Luis Spota. No podría cuantificarse el número de infantes sacrificados, tampoco de los que quedaron mutilados o huérfanos. En otras partes del planeta donde gobiernan antropoides recurren también al genocidio para mantener el poder. Ante los ojos de la inútil y obsoleta Naciones Unidas, las guerras y los genocidios pareciera que no están ocurriendo; los tribunales internacionales como La Haya tampoco han sido capaces ya no de frenar, o conminar a los regímenes hematófagos y dueños del capital y de las armas a dejar en paz a los pueblos que explotan y masacran. Personajes como el israelí Benjamín Netanyahu, Donald Trump -que prende fuego por todo el mundo-, Vladimir Putin y otra docena de simios más… parece que no le agradan mucho al diablo.
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EN la muerte dramática, asesinatos y desapariciones de niños, Oaxaca ocupa un lugar preponderante en este rubro, aunque el gobernador y el pirómano social, o sea el secretario de Gobierno, aseguren que ellos cuentan con otras cifras, pero nunca precisan cuáles son, ni las transparentan. Ahí está el caso del niño mixe, también de tres años, extraviado hace dos meses en un camino de su pueblo y que el gobierno ha dejado en el olvido. Estos discursos estrambóticos, no solo no convencen, sino que están hastiando a la gente, porque contrastan con el verdadero rostro de Oaxaca, que no es precisamente de gozonas, folclor y guelaguetza, sino de promesas, minutas y acuerdos incumplidos o diálogos que no generan soluciones a conflictos e hipercrisis por todo el Estado. No se sabe qué responderá el gobierno morenista de Oaxaca ante irrebatibles revelaciones de organismos como el INEGI, acerca de las escandalosas cifras sobre la criminalidad, impunidad e (in)seguridad, producto de la falta de políticas públicas que no sean aquellas que se construyen desde el poder y el nepotismo. Parece que el gobierno ahora no podrá negar que estas revelaciones dadas a conocer por instituciones, serias están fundamentadas en hechos reales; que no se trata de una campaña de los enemigos del régimen, ni tampoco son orquestadas desde Polanco. Las manifestaciones y reclamos de pueblos y la sociedad civil, son muestra del hartazgo de esa narrativa perversa que han venido manteniendo los morenistas, como es el hecho de entrampar a la gente con normas y reformas a la Constitución del Estado a modo e intereses de ese “círculo mafioso” que opera desde el Palacio virreinal. Artífice de estas normas controversiales y que son aprobadas a la velocidad de la luz por el Congreso estatal es el Rasputín del gobernador, el tal Geovany, quien maquiavélicamente instruye al Poder Legislativo para favorecer al jefe del Ejecutivo en su perversa manipulación de la revocación de mandato, reduciendo tiempos y el número de sufragios necesarios, no así el costo del proceso que será de 64 millones de pesos. El recurso de inconstitucionalidad a esta Reforma ya se encuentra en la Suprema Corte. La trampa anticonstitucional para la permanencia del gobernador en el poder y la suerte de millones de oaxaqueños está ahora en las manos de un ministro.
So long raza.