Campeche. – Un escándalo estalló en Calkiní, Campeche, tras un festejo en el barrio Kilakan donde, bajo el pretexto de una supuesta ‘tradición’ maya, se utilizaron animales vivos como iguanas, serpientes y otros reptiles en cantaritos de barro, rompiéndolos como piñatas. Los animales, colocados dentro de los jarrones junto a huevos podridos y harina como parte de una ceremonia para invocar la lluvia con sonidos similares a truenos, caían aterrorizados al romperse los recipientes, siendo perseguidos y pisoteados por niños y adultos entre risas. La Unidad Canina de Supervisión (UCSCampeche) y colectivos locales denunciaron el acto como crueldad animal, destacando la participación de menores como un factor alarmante que normaliza la violencia.
La Fiscalía Especializada en Delitos contra Animales, Ambiente y Ecosistemas, junto con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), confirmó el inicio de un procedimiento sancionatorio esta semana, tras una denuncia formal recibida. Se investiga la responsabilidad de los organizadores y funcionarios municipales, quienes presuntamente autorizaron el evento, a pesar de un intento fallido de la Guardia Nacional y PROFEPA por impedirlo el día del festejo, cuando pobladores de la colonia Kilakan los expulsaron para continuar la ceremonia.
El maltrato animal está tipificado como delito en Campeche, con penas de seis meses a tres años de prisión y multas de hasta 22 mil pesos, y las autoridades insisten en que ninguna tradición justifica estas acciones, reabriendo el debate sobre costumbres versus derechos animales.
La falta de acción inmediata y la resistencia de los habitantes han generado críticas hacia la gobernadora Layda Sansores y las autoridades locales, con llamados en redes sociales a imponer castigos ejemplares a los involucrados, incluidos vecinos y funcionarios. Testigos reportaron un ambiente festivo distorsionado por la violencia, mientras las imágenes viralizadas han provocado indignación nacional. Se exhorta a la población a evitar especulaciones y esperar los resultados de la investigación, aunque la demora en sanciones refuerza la percepción de impunidad, especialmente en zonas rurales donde estas prácticas persisten bajo el amparo cultural.