Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- Son el paisaje obligado de cualquier esquina de la ciudad y de los mercados. Hoy, los tamales se combinan con una de las tradiciones más emblemáticas para la iglesia católica: el día de la Candelaria.
Los hay de rajas, frijol, de dulce y hasta los más modernos de flor de calabaza con quesillo, pero los verdaderos son los oaxaqueños, esos los de mole combinados con carne de pollo.
El vapor de las ollas de aluminio montadas en los triciclos señalan que este 2 de febrero hay romería. Anuncian la presentación del “Niño Jesús” en el templo después de 33 dias de su nacimiento y ayudan a dar vida a este paisaje bíblico en el marco de la celebración de la Virgen de la Candelaria.
En pleno corazón de Oaxaca late una tradición que por unas horas se convierte en un remolino de gente de niños vestidos, de niños en brazos de sus madrinas como lo marca la tradición. Ellos -los niños- son tratados como verdaderos recién nacidos.
Ropones, vestidos, encajes, bordados, desilados; zapatos a la medida son parte de esta costumbre mexicana, oaxaqueña. Las tiendas de imágenes católicas y algunos puestos de la Central de Abastos son un arcoíris de colores, texturas y brillos.
El negocio de tía Elva, como se le conoce a esta mujer, es de cuarta generación, pero se ve también a aquellos que inician no sólo en la venta de trajes del “Niño Dios” sino en los trabajos de restauración que en muchos casos son requeridos a unas horas de esta celebración.
Carmelita, una mujer que ha sido empleada de muchos años de una de las tiendas de imágenes religiosas señala que este año los atuendos más buscados fueron de la paz, abundancia, dinero y trabajo.
La mujer, quien atiende el negocio ubicado sobre la calle de Hidalgo en el Centro Histórico también reconoce que hubo quien vistió a su “Niño Dios” de policía, migrantes, futbolistas y aunque en ese lugar no se encontraba a la venta, también buscaron el vestuario del “Niño APPO”.
El Niño APPO, surgió después del conflicto sociopolítico entre maestros, policías y gobierno durante el sexenio de Ulises Ruiz. Se convirtió en una figura emblemática y de fe para los luchadores sociales.